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Texto: Carolina López

Seguro varios de nosotros hemos escuchado la palabra resiliencia en alguna etapa de nuestra vida, pero no hemos profundizado sobre los factores que la  promueven. Les comparto que mi primer acercamiento con la resiliencia fue durante mi etapa académica, al dar mis primeros acompañamientos terapéuticos y que desde lo personal la considero una herramienta ya que me ha permitido afrontar fuertes situaciones en mi  vida, como lo fue la pérdida de un ser querido (duelo), y que además me ha ayudado con mi salud emocional; al mirar e identificar los recursos con los que cuento para hacer frente a situaciones adversas. Antes de seguir me parece importante hablar sobre el significado que tiene esta palabra, la cual provine del latín resilio que significa volver atrás, volver de un salto, resaltar o rebotar (Kotliarenco, Cáceres y Fontecilla, 1997), es un concepto que proviene de la física y que después se adoptó en la ciencias sociales para referirse a el como la adaptación positiva a significativas adversidades en la vida (Luthar, 2003 como se cita en Cyrulnik, 2014).

Pero la resiliencia no solo implica un afrontamiento, sino lo que es más importante, también una trasformación, un aprendizaje, un crecimiento, que va más  allá de la mera resistencia a las dificultades, ya que es un fenómeno en donde se debe conocer los recursos y potencialidades de las personas, familias o comunidades y las dinámicas entre factores emocionales, cognitivos y socioculturales. (Madariaga, 2014)

Entonces entendemos que la resiliencia es un proceso de constante desarrollo que se ve  determinado por nuestra personalidad, los recursos que nuestras familias o cuidadores nos hayan brindado y las redes sociales que generamos a lo largo de nuestra vida. Ahora regresando al párrafo inicial ¿Qué factores promueven la resiliencia? Uno de ellos es la familia o cuidadores siendo que a través de ellos aprendemos a generar vínculos sólidos a lo largo de nuestra infancia, otra de las cosas que contribuye es la vivencia de experiencias positivas tanto en el entorno familiar, escuela, trabajo y comunidad; y claro la comunidad juega un papel importante ya que al crear redes de apoyo con amigos, instituciones y otros adultos contribuimos a nuestra resiliencia.

Por ello es que debemos entender que la resiliencia es un proceso de construcción social que se ve mediado por las trayectorias históricas y contenidos culturales propios del contexto. Por lo que mantener una vinculación y comunicación sana y honesta tanto a nivel individual, familiar y comunitario será la base para tener un bienestar psicológico y social y generar un proceso de resiliencia.

Ahora que de manera resumida conocemos los factores que promueven la resiliencia será importante mencionar que  como bien lo dice la palabra, todos estamos con la oportunidad de día a día construir nuestro propio proceso, cuando reconocemos nuestras habilidades, defectos, virtudes, cualidades y nos permitimos expresar nuestras emociones, necesidades e identificamos nuestros principales miedos para hacerles frente.

Por lo que me pregunto ¿será que aún tenemos el tiempo para reconstruirnos y aprender a mirarnos? ¿De qué manera contribuimos en la resiliencia de los otros? Será este un proceso que permita generar conciencia de la importancia del buen tacto a las personas. Sin duda el hablar de resiliencia no es sencillo dado que en nuestro contexto no se nos enseñó a ser empático con el otro o los otros, nos vemos rodeados por la violencia, la desigualdad  y el abandono. Y bueno cuando miramos la historia de vida de nuestros principales pilares (padres y cuidadores) y reconocemos que se vieron carentes de afectos y motivaciones, pero bueno aún estamos a tiempo de admirar y reconocer las capacidades y habilidades de los otros y contribuir al desarrollo de una buena salud emocional.

Referencias

Madariaga, M. 2014.  Nuevas miradas sobre la resiliencia. Ampliando ámbitos y prácticas. Pág. 299 Barcelona España