Conforme avanzan las décadas del siglo 21, la población de los países privilegiados -con una clase media y alta que tiene acceso a teléfonos inteligentes e internet de alta velocidad- dirige la cultura popular al protagonismo personal. Los medios masivos enfocan sus reflectores en estas actividades, dándoles aún más relevancia y aprobación tácita de la sociedad, al ser un “cuarto poder” con gran influencia en el pensamiento colectivo. Poco a poco se fortalece la creencia de que la popularidad en redes sociales, respaldado por votos de aprobación (conocidos como “likes”) y por número de seguidores, es equivalente a tener éxito en la vida. Si a este factor le sumamos que el uso continuo del smartphone provoca aislamiento, no es extraño que el “sentimiento de equipo” haya perdido valor.
Se pierde de vista que el ser humano es un animal social, independientemente de la raza o razas de las que provenga, el género con el que se identifique o pasaporte con el que viaje. A pesar de todos los intentos que hacemos por ser únicos e individuales, siempre queremos pertenecer a algo más grande (concepto descrito por Carl Jung como individualidad-colectividad). Ahí se anida la paradoja de aislarse en la tecnología para buscar conexión con los demás.
Los logros individuales son importantes porque nos muestran la evolución (o falta de) de nuestras capacidades personales. Es vital para el desarrollo de la personalidad y el crecimiento emocional e intelectual que cada una de nosotras/os busquemos superarnos continuamente y ser mejores que nuestra versión actual. Mas dicho desarrollo va de la mano con la colaboración y el trabajo en conjunto: “No es el genio de la cima dando directrices el que hace grandiosa a la gente; es la gente grandiosa la que hace que la persona en la cima se vea como genio”, dice Simon Sinek. Quien haya formado parte de un equipo deportivo, sabe que aún cuando haya una capitana o capitán que lo dirija, el equipo se define por ser “unidad compuesta de unidades”, como el mar es un enorme conjunto de gotas de agua. Anotar un gol o una canasta, ejecutar una obra de teatro o un espectáculo de danza exitosamente, requiere el esfuerzo de todos los elementos del equipo.
Formar parte de un grupo, tribu o equipo y lograr un objetivo permite disfrutar el triunfo en complicidad, lo que desata una conexión profunda entre sus miembros. Asimismo, brinda una satisfacción de un éxito que se puede compartir y que acrecenta la empatía. Esto lo hemos visto no solo entre las que integramos “la equipa” de esta asociación, sino también entre las abuelitas y abuelitos que participan en los talleres de huerta semanales y en los encuentros “Germinando Lazos”. Después de varias semanas de trabajo regando, podando y fertilizando sus camas de siembra, celebran gustosos los días de cosecha, y se complacen compartiendo los frutos sin señalar “quién tiene derecho” de cantidades o variedades.
Quiero invitarte, querida lectora o lector, a que en tu vida incluyas experiencias en equipo. Puedes iniciar con alguna encomienda colectiva con tus familiares o tus amigos cercanos y establecer un objetivo que les beneficie a ustedes y a su comunidad. Puedes organizar retas de basquet en tu cuadra con tus vecinos, o unirte a algún deporte de equipo los fines de semana. Puedes unirte a algún club de lectura, de tejido o de talleres diversos y establecer un proyecto común además de tus proyectos individuales. Encontrarás que este balance entre tu individualidad y tu colectividad (ser parte de algo más grande) te brindará grandes satisfacciones.
«Busca paciencia y pasión en montos equivalentes. La paciencia por sí misma no construirá el templo. La pasión por sí sola destruirá sus muros.» – Maya Angelou