El castigo más duro de la pandemia de 2020: el aislamiento. La circunstancia emocional más común (pero prevenible y saneable) del año: la soledad. La cura: la estampa sonora única de nuestra voz enunciando las palabras más esenciales y necesarias, en una pauta repetida y ciclada al infinito.
Uno de los problemas que aún causa el concepto de dualidad es la falta de aceptación de que en ocasiones, algo, alguien o una circunstancia puede contener las dos partes de la realidad. Por lo general pensamos o existimos en uno de los polos: norte, o sur, bueno o malo, día o noche, sí o no. Pero a veces olvidamos el punto de convergencia donde ambos polos existen. Se materializan situaciones, objetos o personas que representan los dos valores al mismo tiempo. Son por ejemplo, benéficas y dañinas a la vez: una analogía simple sería una comida deliciosa y dulce que alegra el espíritu pero daña la función pancreática. Lo mismo pasa con la soledad y el aislamiento: se puede estar en aislamiento sin sentirse solo, o se puede sentir soledad sin estar aislado, o se puede padecer de ambas a la vez [1].
El aislamiento por ahora es necesario para evitar la propagación de una enfermedad que ha plagado al planeta entero. No obstante, la mayoría de la población urbanizada (más del 50% de acuerdo a estos datos de la ONU) de países en vías de desarrollo y países “primermundistas” cuentan con los servicios esenciales (agua, gas, electricidad e internet) dentro de su domicilio, lo que significa que más de la mitad de las personas pueden conectar a distancia por voz o video con otras personas dentro de esa mitad. Ese porcentaje tenemos un antídoto para evitar que la soledad se propague.
Quizá en este 2020 hiciste y lograste muchas cosas, o tienes mucho éxito profesional, o quizá heroísmo y valentía. Tal vez te deprimes, o te quejas, o quizá tienes miedo… no lo sé. Pero ¿Ya te preguntaste qué puedes hacer para ayudar a que todo esté un poco mejor? Si tienes curiosidad, aquí te comparto una forma cómo puedes contribuir, que es mucho más sencilla de lo que imaginas y no tienes que donar ni gastar dinero, ni tienes que involucrarte necesariamente con personas ajenas, no tienes que suscribirte a ningún «club» ni darle “me gusta” a nada, y por supuesto no es necesario salir de tu casa. Lo único que tienes que hacer es hablarle* a las personas que tú quieres y que no ves, y asegurarte de que sepan lo que significa para ti que sigan estando vivas y bien, para ayudarles a evitar que sientan soledad. *teléfono o videollamada
“Ayudémonos a aplanar la curva de la depresión y la soledad”. Háblale por teléfono a las personas mayores de tu vida: tus abuelos, tus tíos, tus padres. Conecta tu voz con sus oídos. Si están muy ancianos y solo comprenden una tercera parte de lo que les dices, háblales en palabras simples de las cosas bellas que aún existen en tu mundo. Busca la forma de que escuchen tu voz, sobre todo si aún la reconocen. Busca que identifiquen en tu tono la presencia que son en tu vida. Evita la propagación de la soledad una llamada a la vez, ocupándote de tus seres queridos. ¡Háblales más de una vez! Si cada uno de nosotros hace su parte, el impacto del resultado será notable y la soledad no será pandemia.
Escuchar la voz de los seres queridos es una experiencia irremplazable [2]. Tú tienes el poder de borrar un poco de soledad de la vida de algún adulto mayor cercano a ti el día de hoy y/o hacerle sentir felicidad y compañía. ¡Aprovéchala, toma la iniciativa y llámale! Carpe diem
[1] Una referencia a ésto se puede encontrar en «A Philosophy of Loneliness» de Lars Svendsen
[2] Más información sobre el impacto de la voz:
En español: impacto del tono de voz en la comunicación
En inglés: El efecto de las voces familiares en el cerebro