Texto: Carolina López
“Voy a guardar intacto el recuerdo de este instante porque todo lo que existe ahora mismo nunca volverá a ser igual”
José Emilio Pacheco.
¿A cuántos de nosotros nos resulta difícil despedirnos? Aún más de las personas con quienes hemos construido vínculos de amistad, a través de las experiencias, risas y aprendizajes compartidos; de quienes te quedaste con un recuerdo, una historia de su vida y muestras de afecto. Esas son algunas de las cosas con las cuales me quedé al trabajar y convivir con los adultos mayores de Casa de la Divina Providencia, de quienes tengo recuerdos que serán parte de las historias de mi vida. Me preguntó, ¿cómo se vuelve uno recuerdo en la vida de otro?, Responder esto puede ponernos a pensar demasiado, como me pasó a mí, y no hallar las palabras precisas para describirlo, sin embargo me resulta de gran ayuda compartirlo con ustedes.
Por ahí dice un dicho “recordar es volver a vivir”: es remontarnos a hechos del pasado en donde nos sentimos bien. En este texto quiero compartirles algunos de los momentos más memorables o significativos que se generaron a partir de mi convivencia con este grupo de adultos mayores de diferentes edades y contextos a los cuales conozco ya desde hace más de un año, ellos son: Felix, Aquilina, Ceci, Gabi, Othón, Elsa, Josefina, Eulogia, Rosita, Mari, Francisco, Soledad, Magda, Concepción, Miguel, Felipa, Raúl, Kika, Coty, Rafaela, Esperanza (o Pera, así le gusta que le digan) y Salvador, conocido como Chavita. Estos son algunos de los nombres que tengo más presentes ya que a CDP asisten un aproximado de 45 adultos mayores.
Para ponerlos en contexto, imagínenselos reunidos en un espacio de convivencia similar a una escuela, frecuentándose de manera semanal por ocho horas diarias, realizando diferentes actividades y comiendo juntos como una familia, quizá no sanguínea pero sí de vida. Ellos son personas que desde mi llegada a OLAKAC me adoptaron como parte de los suyos (no sé si como su amiga), pero fueron empáticos y me dejaron conocerles. Esta experiencia no solo de trabajo, sino de vida, me hizo pensar también en lo significativo de la amistad y de lo que se complementa, seguro se preguntarán ¿y cómo es que se construye una amistad con un adulto mayor? Quizá no es una tarea fácil, pero con el paso de los días esta se va construyendo al estar al pendiente del otro, mostrándole tu preocupación y también lo importante que son para ti.
Por otra parte, respondiendo a la pregunta inicial de cómo deja uno un recuerdo en el otro, les comento que al menos en mi experiencia, ellos han dejado buenas memorias, como el agradecer por los momentos que compartimos y por estar vivo, sonreírle a la vida a pesar de que ésta a veces te deja con algún mal sabor de boca (tras las pérdidas familiares, de hijos y compañeros y con las pérdidas que se presentan en el día a día), escuchar a los otros y estar al pendiente de ellos, algo que en cada visita se hizo presente, el ser solidarios y trabajar en colectivo. Al interior del huerto El Vergel del Castillo el trabajo en colectivo fue algo fundamental, al organizarse para realizar las tareas, repartir las cosechas de forma equitativa y en beneficio de todos.
En conclusión, ¿por qué nos resulta difícil despedirnos? Pienso que quizá por la suma de emociones que emergen al decirnos adiós, similar a cuando uno termina el ciclo escolar y se va de vacaciones (¿recuerdan esa sensación de pensar en ya no ver a sus compañeros por algún periodo de tiempo?); así me pasa a mí al pensar que en algún momento debo de ir y despedirme de mis amigos de CDP, ya que por el tema de la pandemia no les he visto desde mediados de marzo y con quienes el ciclo de trabajo concluyó, y romper con la rutina a la cual ya estaba acostumbrada, pero de la misma manera en la que se dan las despedidas, también están los reencuentros en donde uno se pone al día de lo que ha sucedido después de no haberse visto. Será entonces en ese momento en el que celebraremos vernos de nuevo y compartiremos nuestras experiencias y aprendizajes alrededor de una pandemia.