Ante la cada vez más cercana crisis climática, más y más personas están abriendo sus ojos, oídos y mentes al cambio. Hoy día vemos a abuelitas, niñas y jóvenes cambiando sus hábitos de consumo y de uso de recursos naturales para “hacer su parte para salvar al planeta” (o como diría un biólogo amigo: “para salvar a la humanidad, realmente”). Por todos lados nos informan que hay que hacer “compras conscientes”. ¿No te pasa que de pronto ya te sientes culpable por comprar cualquier cosa en la tiendita? Ya no se diga en un viaje al “súper”, que ahora parece también un viaje a la biblioteca por tantas etiquetas e indicaciones que hay que leer como “consumidores responsables”: que no tenga aceite de palma, que venga en un envase realmente reciclable o biodegradable, que la marca no experimente con animales o se esté acabando ilegalmente los recursos del planeta, o peor aún, que no contenga ingredientes dañinos para la salud.
Cada vez hay más grupos (en línea y en la comunidad) de “cero basura” o zero waste que promueven con ideas, fotos, videos y listas de productos “eco-amigables” una vida donde todos seamos felices, tengamos lo que queramos pero no “generemos más basura”.
Lamentablemente, la mercadóloga impopular que vive dentro de mí (y que trabajó en corporativos) sabe que eso es muy difícil de lograr a gran escala en las grandes ciudades, donde se concentra la mayoría de la población y donde las necesidades de la misma se enfrentan a las deficiencias de la urbe para ser satisfechas.
En una casa familiar de la Ciudad de México, una joven youtuber nos muestra cómo vivir sin hacer basura, y lo logra junto con toda su familia. Al mismo tiempo, en una casa de reposo de ancianas se tiran más de 30 kilos de pañales desechables sucios al día, además de cientos de empaques de medicinas, por mencionar dos grandes compras que son prácticamente inevitables para ellas y que no son reciclables. La persona que sugiere los “pañales lavables para adultos” no dimensiona lo que eso implicaría al aumento de la carga de la lavandería de la casa, que procesa el vestuario sucio de 30 o 40 personas día tras día sin descanso.
Estamos ante un típico caso de endose de responsabilidad. Si todos, todos los consumidores de bebidas embotelladas en plástico dejaran de comprar hoy mismo y para siempre… ¿De quién sería entonces ese “montón de basura”? La razón porque no se puede lograr el “cero basura” es porque la basura sigue siendo fabricada en cantidades desorbitadas en todo el mundo.
En el mundo capitalista, la ambición tomó el control, y una tras otra, los hombres tomaron decisiones a la ligera en las salas de juntas de los edificios corporativos sin pensar en el tiempo futuro. “¿Qué pasa después de que nuestro cliente usa o consume nuestro producto?” – preguntó NADIE durante décadas. En los años 50’s, la revolución del plástico comenzó y era lo más “in”. Llevamos ya 20 años de siglo XXI, de “nuevo milenio” –han pasado 70 años-, y se siguen tomando las mismas decisiones, se siguen marcando nuevas “metas de venta” increíblemente altas de estos productos envasados en plásticos y/o materiales contaminantes, que solo se traducen en millones más de piezas de basura a la venta que nos van a convencer de comprar para, acto seguido, hacernos sentir culpables por hacerlo.
¿Y qué hay de los empaques “reciclables”? La triste realidad es que menos del 10% de ellos realmente se procesan, y esto es en gran parte porque el vidrio y la lata traen la etiqueta de papel pegada, o el cartón viene impreso, o el envase no viene limpio, y así no se pueden reciclar y terminan en los rellenos sanitarios o en los suelos, ríos, lagos y mares.
Tirar la basura en su lugar y no en «la calle» ES responsabilidad de cada uno de nosotros. La responsabilidad de la inmensa cantidad de basura plástica existente NO lo es. Basta del completo endose. El consumidor se abastece de lo que hay disponible para cubrir sus necesidades. La responsabilidad es de las compañías que siguen produciendo y envasando bienes y envases no pensados para tener un ciclo virtuoso de vida y finitud, sino solamente para tener un rápido “retorno de inversión”. El que fabrica las botellas de plástico no quiere cambiar la naturaleza de su negocio porque cuesta mucho dinero y carecen de estímulos gubernamentales que los motiven; la empresa que envasa en plástico tampoco cambia su modelo ni trabaja junto con sus proveedores de envases para modificarlos porque eso le reduciría el margen de ganancia. Y lo más triste de todo es que muy probablemente este post no genere/provoque/motive/despierte/inicie cambio alguno, pues ya mucho han dicho e insistido al respecto grandes portavoces conocidos ya mundialmente desde hace años tanto en documentales como en estrados frente a líderes mundiales, y lo único que se han conseguido son compromisos a 20 o 30 años de distancia, cuando ya será demasiado tarde.
Así que mi propósito con este post es exonerar, al menos parcialmente, a mis amables 2 lectores. Sí, sí es muy importante que realicemos compras conscientes, elijamos los productos y las formas de vida menos contaminantes y contribuyamos a no generar basura; pero no, no somos culpables por comprar pañales para adulto, o cajas de medicinas, o cubre bocas seguros, o sueros orales, por poner algunos ejemplos de los muchísimos productos que en más de 70 años no han podido evolucionar y responsabilizarse de la circularidad de ciclo de su propia manufactura. Es una triste inevitabilidad que sólo puede ser modificada desde su origen – cuando quienes toman las decisiones, elijan lo que es mejor para el futuro a largo plazo de todos y no para el futuro inmediato de unos cuantos. No se trata de “cancelar el comercio”, sino de poder llevarlo a cabo sin arruinar nuestro medio ambiente y la vida de todos. Ojalá nos toque ver esa evolución. Eso sí urge para ayer.
Algunas referencias (en inglés):