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Es mi turno escribir en el blog de OLAK (como casi siempre llamamos a nuestra metapersona o equipa o grupo de mujeres) y quería escribir algo del tema “menores de edad”, para complementar sobre lo que mis compañeras han escrito al respecto de nuestras experiencias con las o los adultos mayores (o abuelos como les decimos de cariño) en los talleres de “Germinando Lazos Inter Asociaciones” (o como lo decimos abreviado: GLIAs, que recuerda al nombre de una célula cerebral).

Hemos tenido la buena fortuna de contar con la participación de niñas y niños de más de diez casas hogar[1] de diferentes zonas de la Ciudad de México a lo largo de poco más de dos años que ha estado activo el proyecto. En grupos a veces de siete y a veces de hasta 20 pequeños, casi siempre llegan tímidos a su primer encuentro. Lo único que saben, la primera vez que van, es que van a visitar a “unos viejitos” que así como ellos, habitan y hacen su vida junto a otros como ellos sin ser hermanos ni primos, en una sola casota. Quizá alguno que otro también haya escuchado a algunos adultos llamarlo “asilo de ancianos” o “institución”. Para muchos, su primer GLIA es también la primera vez que visitan “un lugar así”.

Sí, por supuesto que el diseño completo del programa está respaldado por conocimiento científico (investigaciones sociales, psicológicas, antropológicas). Este artículo no trata de ese aspecto, pues ya se menciona tanto en nuestra página como en los dos reportes de resultados que ya hemos publicado[2]; solo narraré sobre nuestra/mi experiencia.

Hemos podido compartir y ser testigas de cómo al cabo de un par de reuniones, los niños regresan (a Casa Betti o a Casa de la Divina Providencia) ya no con timidez sino con prisa y alegría de abrazar y platicar nuevamente con sus “abuelitas”. Reunión a reunión, va creciendo la camaradería entre ellos mientras toman juntos los talleres. Solo cuentan con dos horas para convivir mientras aprenden algo útil en su taller que a veces es quincenal y en otras mensual. Escuchan a Caro o a Coral darles las instrucciones, y se avocan a la actividad. El lenguaje corporal tanto de las abuelas como de los niños expresa un estado confortable, sin estrés. Las abuelas se perciben más erguidas, alertas y comprometidas a participar activamente en cada uno de los pasos, especialmente cuando les toca ser “maestras”. Los niños les hacen preguntas. Primero del taller, luego, de su vida. Luego ambos se preguntan por su familia, por lo que van a hacer en navidad, por la escuela. Se acomodan hombro con hombro pues se sienten en confianza. Juegan, ríen, no se preocupan mucho por el mundo por un par de horas. Toman un descanso de su cotidianeidad como minorías que son invisibilizadas por los sesgos de la mirada globalizada en una megalópolis de 25 millones de habitantes y se convierten en personas importantes para otras. Adoptan amistades sin compromisos, solo candor y conexión.

Algunas de las muestras de cariño entre ellos que hemos podido atestiguar son: los niños invitan a las abuelas a visitar su casa hogar y/o las invitan a eventos grandes como “la posada” o “el concierto”; las abuelas les preparan sorpresas y regalos a sus niños con anticipación, para dárselos cuando lleguen; los niños les preparan y presentan coreografías especialmente preparadas para sus abuelos (lo cual suele sacarle lágrimas de ternura a estos últimos); tanto unos como otros se escriben cartitas con mensajes de amor que se entregan cuando se ven.

Para nuestra gran fortuna, hemos podido ver también algunos de los primeros “frutos” de este esfuerzo que hemos venido desarrollando desde 2017. El primer grupo de niñas que participaron como beneficiarias durante los primeros dos años, al convertirse en “mayores de edad” y ser transferidas a la modalidad de “vida independiente” (pues en México a partir de los 18 años de edad se considera a la persona “adulta”, que no puede ser ya dependiente de una casa hogar), decidieron continuar las visitas con “sus abuelitos” y tomar las riendas del proyecto para ser ellas las que les programaran y guiaran en las actividades de aprendizaje de “Germinando Lazos”, lo cual lograron con éxito. Eso les demostró a ellas mismas su propia capacidad de ayudar a los demás así como de generar un efecto positivo en alguien, lo que refuerza su autoestima. Además, tuvieron oportunidad de ejercitar su capacidad de organización, coordinación en equipo y sentido de responsabilidad.

Quizá estas acciones no «salven al mundo» ni a la niñez de México, pero sabemos que nutren los corazones de nuestros participantes. Lo único que podemos hacer desde nuestra capacidad y presente es contribuir para mejorar un poco la situación de vida a un bicentenar de personas. Con este proyecto, lo que sí hemos logrado es crear breves burbujas de “espacio-tiempo” con duración de dos horas para que estas queridas personas para las que trabajamos tengan un espacio seguro donde desarrollar relaciones afectivas con otros como ellos y compartir sus experiencias mientras aprenden cómo cuidarse a si mismos y al medio ambiente.

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Nota: este proyecto trabaja con dos grupos de adultos mayores, uno es mixto y uno es solo de mujeres. Los grupos de las casas hogar infantil que han visitado también han sido mixtos y solo niñas.

[1] El video que acompaña este post en la portada es un documental de 22 minutos de la cineasta mexicana Alicia Segovia llamado “Casa Cuna”. Muestra el contexto de vivienda en “un día normal” en la vida de estos pequeños en una casa cuna de Irapuato, México. Es una herramienta útil para observar la circunstancia.   El documental completo «Casa Cuna» en Vimeo: https://vimeo.com/111301896

[2] Se encuentran en PDF en esa misma página como ligas para descargar.