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“Glug, glug, ahhh, buuuurp.”

Danya se empujó el último trago de una cerveza de pre-copeo antes de salir hacia la fiesta. “Hasta que se le hizo a ese güe*”, le decía a su reflejo con una sonrisa de sorna mientras se terminaba de completar el look. El verano todavía tenía sus noches de clima perfecto, y esta guelaguetzita nocturna gozaría sin duda de 24 grados centígrados con un poco de brisa.

La banda de Monte Albán estaba feliz. Después de casi una semana desde que había tomado camino, por fin regresaba el primo Adriel de la capital, y venía con dos amigos. Los tres venían de asistir a una fiesta clandestina o «fiesta covid» en el corazón de Xochimilco, donde, aseguraban, al menos la mitad de los asistentes eran contagiados. Exageración o no, lo cierto es que habían conocido a más de una docena en esa fiesta que mostraban su resultado de prueba a los extasiados asistentes, o al menos eso fue lo que llegó a oído de los quinceañeros locales.

La fiebre de la música de Billie Eilish había sobrecogido también a la siempre brillante y colorida Ciudad de Oaxaca y sus alrededores, así que “Bad Guy” llevaba dos estrofas cuando Danya llegó a la pachanga. Afortunadamente no tendría que patear muchas loncheras porque solo estaba la bandita de los hermanos del Gómez, tres chavitos que siempre lo acompañaban con todo y su morral lleno de Hot Wheels. No daban lata y sí el pitazo para bajar el volumen o apagar el cigarro cuando veían venir a la chota. Danya entró bailando disimuladamente y se encaminó entre la gente a saludar a las amigas que ya la esperaban junto a las bebidas. Agarró una caguama de la hielera y se les acercó.

“¿Quién vino?” – les preguntó a sus amigas, mientras volteaba a ver el vasto grupo de adolescentes que no reconocía. No todo “Tercero A” se había animado a ir a la tan esperada y secreta fiesta de contagio. Las más ñoñas por religión, los otros por ilusos y perdidos mocos de secundaria, pensaba Danya. – “Sólo nosotras,” – le dijo una de ellas, agregando – “pero qué importa, vamos a bailar y a envirularnos de una vez”. Chocaron sus botellas, le dieron unos buenos tragos a la cebada fermentada, y se lanzaron para comenzar en la pista con la siguiente rola. “Life is Good” de Future y Drake daba las primeras notas en las bocinas indicando a decenas de adolescentes que era el momento de sacar los mejores pasos de TikTok. Las nubes de humo de tabaco y canab*s comenzaron a navegar entre la cada vez más apretada concurrencia desenmascarada y lista para sentir el filo de la vida. Las tres amigas se miraron a los ojos al terminar la canción y regresaron a la barra. Compraron cada una un caballito de mezcal y se fueron hacia una esquina desde donde se veía la mesa donde estaba Adriel y sus dos amigos, las celebridades de la noche. Los contemplaron por un minuto sin decir nada. Se miraron nuevamente entre ellas, viendo las caras con las que habían compartido historias de abuso, sufrimiento y maltrato, y tácitamente recordando el pacto que habían hecho años antes y que hoy llegaba a su clímax. Chocaron sus caballitos, se tomaron el trago de golpe, exhalaron vaporosamente después y caminaron hacia la mesa. Al fondo sonaba “Bury a Friend”, también de Billie Eilish. Estaban listas para besar al contagiado y abrirse la puerta del camino a la tumba.

Nota: este escrito es ficción inspirada en la realidad.

– Crédito de la imagen de portada (picture credit): Artículo «Organizan fiesta con covid-19» de Pásala.com.mx